Durante la Antigüedad, las banderas fueron objetos religiosos del más alto valor. Su pérdida señalaba que los dioses habían abandonado a un pueblo, lo que decidía la suerte de la batalla. Por eso, los abanderados y escoltas se elegían entre los guerreros de elite, los de mayor bravura y sagacidad, quienes juraban defender sus banderas a costa de la vida. Era un honor desempeñar estas funciones pues representaban a todo el ejército; más aún, a la totalidad de su pueblo. La distinción implicaba mantener el uniforme y equipo en forma impecable; no era importante el lujo, sino que se llevaran con la mayor dignidad, aunque fueran modestos o estuvieran gastados por las campañas.

Abanderados y escoltas 2014